El proyecto consiste en la recuperación edilicia y arquitectónica del Molino Franchino –un complejo industrial harinero de principios del siglo XX– para su incorporación a un sistema de parques y espacios públicos en la ciudad de Santa Fe. A partir de esta obra, el gobierno de la provincia convirtió el viejo molino en un lugar dedicado al desarrollo de actividades didácticas y expositivas vinculadas al diseño, especialmente el industrial. Un multiespacio destinado al funcionamiento de una escuela de artes y oficios y a la exhibición, tanto del producto terminado como de sus procesos de fabricación y diseño; tal el concepto de la “Fábrica Cultural”. El edificio se desarrolla en planta baja donde se ubican los servicios, hall, patio, núcleo húmedo, taller y galería cubierta; y una sucesión de entrepisos y dos plantas altas donde se ubican los talleres y sus servicios correspondientes. En el exterior se construyó una calle interior de 25m de ancho, que atraviesa la manzana en sentido norte-sur, y sirve para la práctica de actividades masivas. Todo este espacio está cubierto por un sistema de “bóvedas cáscara”, desarrollado en la década del 40 por el arquitecto Amancio Williams, poniendo en valor un objeto arquitectónico emblemático que significó uno de los puntos más altos de la cultura arquitectónica argentina y hoy convirtiéndose en unos de los mayores atractivos de este edificio.